Todo sucedía cuando a su fatiga se le daba por la
voluntad,
era ahí cuando lo veía,
lo veía con sus dos cuartos de cara
con sus menos dos cuartos de cara
entonces,
podía eludir a los presentes,
forzaba una retroalimentación exacerbada
y se decía,
“si lo transgredo se me licua el aire, y si el aire se
me licua, ya no puedo respirar”
entonces,
en limpia estampida
se imponía la ayaculación
"ensamblar los dos márgenes de sus pestañeas,
unirlas bordeando el maxilar,
repetir la operación hasta que a modo de secadora,
el ojo empezaba a vomitar",
así de escrupuloso era,
cuando comenzaba por llorar.
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