Adormecer el rudimentario laberinto
y así enderezar y conducir
tu inexcusable suspiro
para volver a ser
el indiviso ser
breve, conciso
que frente al achaque
tiñe el lamento
en un claro y limpio
juego de duplicidad
que aborta y fecunda
una nueva razón
que repele y excomulga
el infausto tiempo
para agazaparse entre muros
y con celeridad animal
por fin respirar.
buenisimo, gran final, gran final.
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